1. Derecho a No Leer. Sin este derecho la lectura sería una trampa perversa. La libertad de escribir no puede ir acompañada del deber de leer.
2. El Derecho a Saltarse las Páginas. Por razones que sólo conciernen a nosotros y al libro que leemos.
3. El Derecho a No Terminar el Libro. Hay 36000 motivos para abandonar una lectura antes del final: la sensación de ya leída, una historia que no engancha, desaprobación de l atesis del autor... Inútil enumerar los 35995 restantes, donde bien podía estar un posible dolor de muelas.
4. El Derecho a Releer. Por el placer de la repetición, la alegría de los reencuentros, la comprobación de la intimidad.
5. El Derecho a Leer Cualquier Cosa. Buscamos escritores, buscamos escrituras; se acabaron los meros compañeros de juego, reclamamos camaradas del alma.
6. El Derecho al Bovarismo (enfermedad de transmisión textual). La satisfacción exclusiva e inmediata de nuestras sensaciones: la imaginación brota, los nervios se agitan, el corazón se acelera, la adrenalina sube y el cerebro confunde, momentáneamente, lo cotidiano con lo ficticio.
7. El Derecho a Leer en Cualquier Lugar.
8. El Derecho a Hojear. Autorización que nos concedemos para coger cualquier volumen de nuestra biblioteca, abrirlo por cualquier lugar y sumirnos en él un momento. Cuando no se dispone de tiempo ni de medios para ir a Venecia, ¿por qué negarse al derecho de pasar allí cinco minutos?
9. El Derecho a Leer en Voz Alta. Los libros se abren de par en par, y la multitud de los que se creían excluidos de la lectura se precipita detrás de él (Suele pasar con la poesía cuando es cantada)
10. El Derecho a Callarnos. Nuestras razones para leer son tran extrañas como nuestras razones para vivir. Y nadie tiene poderes para pedirnos cuentas sobre esa intimidad.
(Daniel Pennac, de Como una novela)
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